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domingo, 28 de mayo de 2017

Portero de ayer y hoy. Futbolista de siempre.

La última jornada de liga no pasó de ser, para nuestro Atlético Cardeña, el triste epílogo a una temporada llena de dificultades, problemas y abandonos futbolísticos dentro del club,de especial dureza para todos esos miembros del club que, tanto dentro como fuera del campo, aguantaron hasta el final conviviendo con la permanente frustración del quiero y no puedo.

Pero, pese a estas tristes circunstancias, las de un partido en que el equipo jugaba sin su afición (su patrimonio más preciado) ni su ánimo, y pese a no poder despedir con el dulce regusto de una victoria esta aventura con muchos tintes de temeridad, el partido sirvió para que el fútbol, en su versión más caprichosa, saldara cuentas pendientes con algunos de los sufridores portadores de las camisetas azules.
Con permiso de ese golazo para enmarcar de ese lateral de más asombrosa progresión durante el curso balompédico (sin duda, Miguelito), la mayor de sus cuentas el deporte rey más humilde la saldó, sin duda, con ese especial portero, a veces delantero,llamado Miguel.

En mitad de la relajación de un partido entre 2 equipos ya sin nada en juego, ese portero casrismático, brillante y distinto volvió a intercambiar el sitio en la portería con Carletes para enfundarse el "9". Aprovechando 2 de las muchas internadas de Repullo, el portero delantero pudo aliviar su final de liga con un grato doblete.

Y es que, la gran e intensa tayectoria futbolística de Miguel A. Fernández Lorente se caracteriza por eso.Por lo que pudo (y mereció ser) y no fue nunca, más allá de donde él mismo quiso y eligió. De hecho, a quien formó parte de aquélla AD Cardeña que mandó en la extinta Regional Preferente y acarició el ascenso a Tercera División, pese a contar con propuestas futbolísticamente más atractivas esta temporada, no dudó en enrolarse este año en esta aventura de futuro incierto de un Cardeña mermado de recursos en la máxima categoría del fútbol provincial.
Y lo hizo ganándose al vestuario con esas virtudes innatas con que siempre ha sabido llegar a todos, de modo tan convincente como improvisado. Una mezcla de experiencia y talento futbolístico con campechanía personal llegados como un soplo de aire fresco al vestuario de un equipo al que el fútbol y las circunstancias fueron poniendo, con el paso de las jornadas, fecha de caducidad deportiva en la competición. Y es que los proyectos sin recursos, en cualquier ámbito de la vida, sólo se sustentan en la ilusión y el compromiso de quienes deben mantenerlos, y quedan condenados a los tristes finales cuando dichos principios y estímulos en dichos protagonistas van reduciéndose y desapareciendo. Tal ha sido el diagnóstico del derrumbe deportivo de este Atlético Cardeña.

Un fútbol tan cambiante como complejo, en el que se impone la moda creciente del perfil de portero alto, la figura del portero clásico que idolatra al guardameta de los pocos centímetros de décadas atrás (él lo hace con Buyo), es tan extraña como necesaria. Él, al igual que su socio Copín o algún otro veterano de batallas de domingos, sobreviven despertando admiración pese (o quizá gracias a ello) por que se hicieron peloteros y personas en un fútbol y deporte de valores. Tiempos en los que el amor por los pueblos, equipos y escudos estaban por encima de todo.

La figura del portero delantero no pudo tener otro origen que el del fútbol más puro que, probablemente, jamás ha existido. Ese cuyos campos fueron, durante décadas, las calles de pueblos y ciudades, cuyos partidos comenzaban cuando cada cual terminada su "tarea" del cole y finalizaba, casi siempre, con el encendido de las farolas. En esos partidos, cuyos equipos no dejaban de sumar jugadores conforme cada uno se liberaba de sus quehaceres, cada equipo tenía una figura única. Aquel capaz de haber salvado un gol cantado en una jugada y, casi sin solución de continuidad en la siguiente, anotar para los suyos. No jugadores cualquiera. Los primeros que se elegían en los repartos. Dotados de ese ascendiente social entre los demás que se gestiona con la humildad de las heroicidades involuntarias. Las calles de Fuencaliente deben guardar, sin duda, la memoria de más de una correría infantil de Miguel con la complicidad silenciosa de los escenarios infantiles.

Lo sucedido en ese último partido de liga más que casualidad fue una causalidad del fútbol más modesto hacia un jugador del que este deporte, sin duda, va a seguir necesitando. Pero será el propio fútbol quien decida si ésta es la penúltima gesta de Miguel en los terrenos de juego. Quienes a uno y otro queremos, esperamos que así sea.

Por lo pronto, y pese al agridulce final, el cucón del buen rollo y la guasa (el que en su propio modo de ser es un guiño nostálgico al Cardeña de sus páginas más brillantes), se lleva de esta temporada el mayor de los bagajes que cualquier aventura puede dejar a cualquier ser humano. El reconocimiento y la admiración que de los sitios por los que pasan sólo se llevan los grandes.
Aquellos que tienen la virtud de ser, además de muy buenos, diferentes.



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2ª ANDALUZA